Leo Ponzio, a fondo: la gloria ante Boca, el título que le arrebató al Real Madrid y por qué sigue apostando por el país

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Leonardo Ponzio es un claro ejemplo del liderazgo positivo. El ex volante central se transformó en uno de los últimos ídolos de River Plate y el próximo 21 de septiembre tendrá su homenaje en un partido cargado de nostalgia en el Monumental. Con la presencia de las leyendas del club, los campeones de las Libertadores obtenidas durante la era de Marcelo Gallardo y los amigos del León, los fanáticos de La Banda colmarán el estadio de Núñez para darle el último adiós al ícono que con humildad y sacrificio se retiró por la puerta grande del Millonario. Cómo fueron sus comienzos, su experiencia en el exterior, el episodio del gas pimienta, la gloria en el Santiago Bernabéu, los Superclásicos ganados y su etapa en la Selección fueron algunos de los temas que trató el ídolo popular en su visita a los estudios de Infobae.

¿Hay ansiedad en los momentos previos al partido que marcará tu despedida?

—Para ser sincero, estoy relajado. Va a ser un día estresante, porque uno va a estar en el centro de todos. Desde mi lado voy a estar atento a ver cómo estarán los chicos. Entiendo que es un partido que no se le da a cualquiera, y por eso voy a disfrutarlo.

Uno se imagina que habrá mucha nostalgia en el Monumental

—Sí, porque estarán los campeones de las dos últimas Libertadores, que en los últimos tiempos fueron títulos muy significativos para el club; pero también estarán las leyendas. Será una jornada para las familias, porque estará la historia viviente de River. Será ver al abuelo que lleve a sus nietos para darle a entender lo que significa River. Son esos partidos en los que no sólo ira el público que habitualmente va a la cancha, sino que se sumará mucha más gente.

¿Quiénes serán los invitados que no tienen relación con River?

—Mis amigos del fútbol con los que formé una gran relación, como los Milito, Fer Belluschi, Paco Gerlo, Maxi Rodríguez, Ferrari, Coloccini… Tal vez es gente que no es del riñón de River, pero que me dejó algo positivo durante muchos años. También vendrá gente del automovilismo y artistas, vamos a ver si se animan a jugar unos minutos…

¿Cómo fue que Gallardo te pidió jugar y no dirigir ese encuentro?

—Imagino que va a querer jugar, porque todo ex futbolista quiere volver a la cancha. También está bueno que el público lo vea jugando y no dirigiendo, porque él se entrena todos los días.

El ciclo de Gallardo fue y es muy exitoso en River, pero ¿creés que se pudo haber ganado alguna Copa Libertadores más?

—Creo que sí, porque estuvimos a pocos minutos de ganar otra. También estuvimos muy cerca de jugar otra final cuando nos quedamos afuera con Lanús, que fue un partido que pasamos de tener todo a no tener nada. Lo que marca la historia es que se ganó mucho y se compitió muchísimo en todos los torneos. Es muy difícil ganar todo lo que uno juega, pero el ciclo fue muy exitoso por el cómo se ganó.

Con lo que lograste, te convertiste en el jugador más ganador de River. ¿Tomaste dimensión de lo que significa ser el futbolista más ganador en la historia de un club tan importante como River?

—La historia de River, de los clubes grandes, es ganar, ganar y ganar. Uno entró en la historia, pero toma dimensión mucho después. O que alguien allegado a uno, como mi hija, me lo recuerde. La historia marcó eso. Es como cuando me decían si iba a alcanzar a Astrada, Labruna. Y uno decía “y bueno, ojalá”. La historia marca que estoy dentro de los máximos ganadores, pero lo voy a tener en cuenta un tiempo después de haberme retirado. Cuando te falte cancha, esas sensaciones, y ahí uno se pone un poco más melancólico.

¿Qué te pasa cuando te ves en la bandera al lado de otras leyendas como Francescoli o Alonso?

—Eso es algo que no se sueña, con ser ídolo o estar reflejado en una bandera. Sí representar a un club o ser parte de la historia, son pocos jugadores los que el hincha pone ahí arriba. Reflejo todo lo que hice en mi carrera y todo lo que di en mi paso en River. Los títulos ayudan, pero ves todos los que están adelante mío y son goleadores, habilidosos o los mejores de cada época. Yo voy por otro lado.

La mayoría de los que aparecen en la bandera son del “paladar” de River ¿Vos cambiaste un poco eso?

—El paladar de River está hecho del buen pie, del buen juego. Pero en el último tiempo, por cómo se han ganado cosas, se llevó al sacrificio, al estar siempre, al no dejar de competir, al tener una dieta. Ser parte de un grupo donde todos nos potenciamos. Y la gente ve eso. El enganche o el goleador, o el que River estaba acostumbrado estaban, porque estaban Cavenaghi, Julián Álvarez, pero se han ganado cosas mediante otras cuestiones, como garra, sacrificio. Eso refleja lo que miran de uno. Cambiar algo de esa mentalidad en la sociedad está bueno.

Te pasó todo en River. Estuviste en la época de gloria, pero también en el ascenso ¿Eso también lo valora el hincha?

—El hincha, los últimos años de River, por haber descendido y luego ascendido, valoró el crecimiento año a año, el haber ganado y entrar en una dinámica de ganador de vuelta. La valoración para porque es un equipo, tiene un orden, por cómo se consiguieron las cosas. Las viví todas, desde jugar a no jugar. En el mundo del fútbol la competencia cambió y va por ese lado.

¿Te sentiste resistido en algún momento?

—Sí, no sé si resistido porque resistido abarca muchas más cosas. Pero sí que para convencer había que pasar un filtro. Pero no de todos, de cierta cantidad de público.

¿Cuándo se dio ese click?

—No lo sé. Tampoco busqué hacer el click, se fue dando con los títulos y los torneos. Estuve muchos años en el club y se va cambiando.

Si Ramón Díaz seguía como entrenador, tu destino podría haber cambiado...

—Sí. No me hace nada decir la realidad. Con Ramón empecé jugando y terminé no jugando. Casi 14 ó 13 fechas no jugué, ni siquiera fui al banco. Era normal que si el técnico seguía me iba a tener que buscar un destino. Yo quería jugar.

¿Barajaste otros clubes del fútbol argentino?

—Sí, estaba barajando; pero hubo muchas cuestiones

¿Newell’s era una puerta?

—Sí, también volver afuera. Pero se dio todo tan de una semana para la otra que se cayeron todas las posibilidades.

Te tocó vivir la B Nacional. Algunos de tus ex compañeros contaron que sufrieron ese torneo y otros que lo disfrutaron porque se reencontraron con el público del Interior ¿Cuál fue tu caso?

—No me pesó, pero sí era una responsabilidad. Era plata o mierda. Era una cuestión porque River tenía que estar en Primera División. El día a día por ahí se hacía largo, porque eran semanas largas. Volver al Interior estaba bueno, ir a lugares donde River nunca había ido; pero también estaba el que quería que pierdas. Había dos cuestiones que te acercaban mucho más, pero el día a día si no ganabas era mucho más difícil. Vos tenés que ganar, ganar o ganar. La verdad es que fue estresante, había una sola puerta.

¿Cuándo te cayó la ficha de que estaban jugando en la B?

—Siempre, es la realidad. Por las canchas que íbamos y los equipos que no eran de Primera.

Formaron un equipo superior al que había jugado en Primera seis meses antes…

—Eso sucede siempre en las instituciones cuando venís de algo que no está encaminado, hay que apostar todo a lo que queremos. Puede salir bien o mal. Volvió gente como Fer (Cavenaghi) y el Chori (Domínguez), que son una bandera de todo esto que se logró. Después volvió David (Trezeguet), yo atrás. Y había una base, que después perduró un poco en los otros años. Pero todo sucede por algo.

¿Pensaste que en algún momento se les escapaba el ascenso?

—Nosotros jugamos un partido con Patronato, de visitante y el domingo jugaba Central. Nosotros empatamos o perdemos y el Chori había errado un penal. Y si Central ganaba nos pasaba, lo que seguramente nos iba a hacer jugar la Promoción. Ahí parecía que estaba todo medio complicado. Cuando Central perdió, se volvió a ver la luz, y cuando depend´rs de vos no hay otra cuestión. Cuando dependés de otro es difícil. Pero como te decía: había una sola puerta. No había otra cosa que ascender.

Nombraste al Chori, Cavenaghi y Trezeguet. En su momento se habló de que había una división dentro del plantel ¿Esto fue así?

—No, no. No había nada. La realidad es que no había nada.

En River también tuviste a Simeone, que hoy es uno de los mejores técnicos del mundo. Fueron campeones y salieron últimos. ¿Cómo fue ese proceso?

—Estaba dando sus primeros pasos, pero en ese momento era muy ofensivo. Era un 4-3-3 que iba para adelante. El primer torneo se salió campeón, bien. Después el segundo se terminó último. En las últimas cinco fechas él se fue y de esas últimas creo que se empató una y se perdieron cuatro. Se veía la exigencia propia de él, un tipo de cerrarse y de ir y de ir y de ir. Como todos van creciendo, conociendo otro tipo de fútbol, como el europeo. La verdad es que demostró lo que venía haciendo y por eso le va tan bien en Europa

Muchos de sus dirigidos cuentan que no prioriza el lado humano. Incluso en su documental, su hijo Giovani marca una sentencia en la que afirma que tiene más hijos que amigos…

—Es su manera de vivir. El fútbol es su estilo de vida. Quién le podría criticar eso si tal vez no lo siente. Nadie puede juzgar las relaciones que genera cada uno.

¿Qué pasó para que cambie tanto de un semestre para el otro?

—Cuando empezás a no ganar se te siembran dudas. En un torneo corto cuando no sumás y tenés 3 o 4 partidos malos se nota.

En Zaragoza también tuviste una etapa brillante, ¿cómo fue ganarle una Copa del Rey a los Galácticos del Real Madrid?

—Ahí me quieren mucho porque jugué más de siete años. Fueron como 240 o 250 partidos. Me hicieron sentir parte, porque también viví la etapa de la Segunda División. El pueblo Maño, como le dicen, quiere mucho al argentino de por sí. Después de mi etapa como jugador volví una vez y me trataron muy bien.

¿Pero cómo fue ganarle un título a un equipo que contaba con jugadores como Beckham, Zidane y Ronaldo?

—Es que nosotros hicimos un torneo de mitad de tabla, pero en la Copa del Rey se generó una mística en la que empezamos a ganar, ganar y ganar. Cuando llegamos a la final, ellos venían de jugar la Champions y nosotros estábamos enfocados en ese torneo. En una serie de ida y vuelta terminamos ganando en tiempo suplementario con un gol del Hueso Galletti. Fue increíble, porque a los ocho meses de haber llegado a Europa ya había ganado un título. Era impensado, porque mi idea era empezar una carrera ahí para después seguir creciendo. Teníamos un buen grupo con muchos sudamericanos y chicos que después crecieron como David Villa.

¿Qué tan complicado era marcar a Ronaldo?

—Ya lo marcábamos en La Liga, imaginate lo que era en una final. Hacía cosas impresionantes. Después, en 2005 o 2006, jugamos una semifinal de la Copa del Rey y en el partido de ida habíamos ganado 6 a 1; pero en la revancha, con un gran partido de Ronaldo y Guti, perdíamos 3 a 0 en media hora. Parecía que se nos venían encima hasta que pudimos descontar con el 3-1. Son esos días en que te tiene que salir todo bien, porque si se despiertan bien hay que salir a defenderse.

¿Quién fue el jugador que más te sorprendió?

—Me gustaba mucho Deco, que estaba en el Barcelona. Era un jugador con mucha técnica, pero a la vez era malo porque metía, pegaba y contagiaba al equipo.

¿Con cuántas reliquias te quedaste?

—Con varias. Tengo todas las de Messi, desde que debutó con la 30, la 10 de Zidane, de Beckham, Ronaldinho y de todos los argentinos que enfrenté, como el Ratón Ayala.

¿De Cristiano Ronaldo?

—No. Mirá que lo enfrenté, pero no se la cambié. En esa época estaba Gago o el Pipa Higuaín y prefería cambiarlas con ellos.

También te dio un dolor de cabeza tu paso por el Zaragoza cuando salió a la luz una investigación por presunto arreglo de partidos

—Sí, con Agapito González. Fue en mi segunda etapa en el club, cuando el equipo había ascendido, pero tenía muchos problemas económicos. Fue entre el 2010 y el 2011. Me acuerdo que se abrió una investigación porque supuestamente en nuestro último partido hubo un amaño y la verdad que fue una situación complicada, porque saltó todo entre 2015 y 2016, cuando tuve que ir a declarar. No la pasé bien, porque ya estaba afuera de todo y tenía la cabeza en River. Fue feo, porque uno trata de mantener una imagen en la que se sentía admirado. Además, en el aspecto familiar, mi hija era muy chica y era algo que iba más allá de un tema periodístico, porque se trataba de algo judicial. Por suerte con el tiempo quedó demostrado que nosotros no estábamos involucrados.

¿Cómo era el día a día con ese presidente? El mismo Agapito González dijo que estaba acostumbrado a mover grandes sumas en efectivo.

—Yo ya de eso no puedo hablar. Su día a día era distinto al mío. En Europa no existen esas cosas. Y acá tampoco. Sobre todo en esa época. Tal vez si pasaban cosas, se hacían en otros tiempos. Hoy se sabe todo. Es una realidad.

¿Cómo fue ir al Santiago Bernabéu con River? Era un estadio que ya conocías por tus días en Zaragoza, pero eso era un contexto totalmente distinto

—Para mí Madrid es una de las ciudades más lindas que conozco, y cuando se tuvo que ir a jugar en la Copa Libertadores fue lo máximo. Si bien no estuvo bueno ir a jugar ese partido allá, cuando uno se focalizó, se mentalizó en eso… Fue un quilombo en todo sentido. Tenía amigos que me pedían entradas sin saber si podían ir. Nos salió todo redondo, porque también viajó la familia con nosotros. Fue una alegría que se festejó el doble por todo lo que había pasado.

¿Fue otra situación de plata o mierda?

—Sí, porque perderla nos hubiera marcado mucho.

Se llegó a jugar ahí porque se vivió un episodio terrible en Buenos Aires, ¿qué análisis podés hacer después de tanto tiempo?

—Me da la sensación de que hubo momentos en los que lo deportivo pasó a otro plano. Necesitamos que las leyes sean claras, para saber lo que pasa ante algunos episodios. Como no hay sanciones claras, todo se resuelve una vez que pasó el hecho. Es lo más simple. Si yo en una cancha pego una patada, sé que me van a expulsar, pero con estas cosas no hay reglas claras. Creo que los clubes deberían saber qué les podría ocurrir si pasa tal o cual cosa. En Europa también está el Fair Play Financiero y todos están al tanto de lo que deben cumplir.

En la situación del gas pimienta te tocó ser uno de los más afectados, ¿qué recuerdos tenés de esa noche?

—Afectaba porque nos agarró de frente y después nos tirábamos agua, que era mucho peor. Nunca había vivido algo así. Incluso cuando fuimos a jugar a Colombia contra Junior de Barranquilla, donde se vivió un conflicto social muy grande y desde la cancha se escuchaban las bombas y los gases lacrimógenos. En el aire se notaba y eso me recordaba lo que había pasado con Boca, porque lo había recibido en la cara. Fue algo directo. La pasamos muy mal.

¿Recordás a Arruabarrena discutiendo con D’Onofrio dentro de la cancha en medio del caos?

—Es parte de la convulsión que se vivió. Cada uno cuidó su quintita.

En Madrid se percibió un cambio en el segundo tiempo, ¿qué les dijo Gallardo en el vestuario?

—No nos estaban saliendo bien las cosas, pero tampoco estábamos siendo superados. Teníamos el control, pero estábamos algo imprecisos. Él nos pidió que siguiéramos intentando, porque íbamos a tener situaciones. Se veía que nosotros no estábamos bien y ellos apostaban por la contra. El mensaje fue claro: había que volver a ser lo que éramos. Jugar, tocar con pases hacia adelante hasta que llegara el momento del empate, porque a partir de ese momento empezó un nuevo partido.

¿Fue una liberación el triunfo?

—Nos liberamos porque soñamos con el final feliz. Uno cuando está en una cancha y va ganando no piensa que ya está ganado el partido, pero cuando vas perdiendo tampoco creés que está perdido. Entonces, cuando termina uno queda satisfecho porque era lo que quería, pero nunca se vio ganador antes de los hechos, porque puede llevar a la desconcentración. Si bien en el último tiempo nos creíamos superiores, se dio una liberación que se genera en el mundo del fútbol porque hicimos bien nuestro trabajo.

¿Esa liberación les jugó en contra en el Mundial de Clubes?

—Sí, fue un partido en el que comenzamos ganando 2 a 0, nos empatan 2 a 2 y se pierde por penales. Puede ser que nos haya jugado en contra.

¿El de Madrid fue el partido que más disfrutaste o hubo otro?

—El de Racing, porque fue uno de los últimos. Si ganábamos éramos campeones y jugamos muy bien. Ese día se dio todo.

¿En la Selección comenzaste muy joven, qué recuerdos tenés del Mundial juvenil que ganaron en 2001?

—Había un equipo de la puta madre. Javier Saviola hizo 11 goles en 7 partidos y en cada posición había excelentes jugadores. Además, en el país estaba pasando algo malo y todo se volcaba a la Sub 20, porque se jugó en la Argentina con chicos de River y de Boca que ya estaban identificados en sus clubes. También estábamos los del Interior que intentamos transmitir algo más. Fue una alegría inmensa para toda la sociedad, porque la gente la estaba pasando mal de verdad.

Con la lesión de Zubeldía se te abrió la posibilidad para ser titular…

—Sí, Luis se lesionó. En un momento competíamos por un puesto, pero yo también jugué de lateral. Sí, se me abrieron puertas, es una realidad. Luis venía siendo capitán, estaba hacía mucho tiempo. Lo lamentás por tu compañero, pero luego te enfocás en tu oportunidad

¿En la Mayor quién fue el primero que te convoca?

—Estuve con Bielsa, luego estuve con Pekerman, Sabella, con el Coco (Basile). La verdad es que estuve con todos, pero poco tiempo.

¿Es así de Loco como se lo grafica a Bielsa?

—La palabra “loco”, pero linda. Es obsesivo, es de los entrenadores que van sobre algo, que están todo el día en el club. Después, en el mano a mano, es una persona con la que se puede hablar. Marca todo lo que se necesita en un entrenador en su propia casa, de tomar el mando y querer transmitir desde adentro hacia afuera

¿Es una asignatura pendiente disputar un Mundial con la Selección Mayor o haber tenido más continuidad?

—No lo cambio por nada todo lo que hice, pero tener la oportunidad de haber disputado al menos una Copa América, de estar en un plantel, sí me hubiese gustado; pero no se dio.

También tuviste de compañero a Lionel Messi…

—Yo lo tuve de muy chico, poco tiempo. Ya se veía. Sin desmerecer a los maradoneanos o a la gente que le gusta Maradona, pero cuando entendí lo que era el fútbol, ya con una cierta edad, lo veía a Messi y decía que era lo mejor que vi. Yo a Maradona lo vi por tele y cuando era chiquito. Hay gente de otra edad que dice que Maradona era lo máximo que vieron. Para mí es Messi, nunca vi algo como ese jugador dentro de una cancha. Hace todo lo que piensa, siente y cuando quiere.

Como rival también lo sufriste…

—Es sufrirlo, porque son imparables y tienen buen juego en conjunto. Después es tratar de que no tenga su día. Pero en él era muy difícil.

¿Qué te pedía tu mamá cuando enfrentabas a River?

—Que no hiciera goles no, porque tengo pocos, je. Ella es hincha de River. Mi viejo, al último tiempo, me decía que no me sacaran amarilla. En los partidos difíciles me decía, cuidado con las amarillas

¿No te pedía que cambiaras las camisetas?

—Sí, pero no se las dí. Las tengo yo en un museo. Ella tiene más mías. Esto quedará para mi hija. Yo le digo a Paula que lo valore, que va a ser suyo. Le gusta el fútbol, es fanática de River.

¿Qué técnico fue el que te dejó más cosas?

—Marcelo (Gallardo), porque me agarró en una edad para que madurara y me hiciera más jugador. También tuve a Almeyda, que era un tipo muy humano, muy parecido a mí. En España tuve al mexicano Aguirre, muy humano. Cuando me quise ir a RIver me dijo que me iba a ayudar. Se ponía del otro lado, y a mí me gusta eso.

Siempre se habló para que sigas ligado a River ¿Es tu idea?

—Sí, es la idea. La realidad es que me encantaría. Viví mucho tiempo y creo conocer el Mundo River, pero hoy están todas acomodadas las piezas. No se fue uno, por lo que hay que esperar. Y si no es el momento empezaré en otro lado, porque las ganas las tengo. El año que viene trataré de buscar un lugar. Buscaré un lugar donde me den el día a día, porque el día a día es mucho. Es donde uno mira, presta atención, imita lo bueno y lo malo. Por eso digo que el año que viene me gustaría, pero desde abajo, empezando a crecer.

Mencionás el día a día, ¿pero desde qué rol?

—De entrenador, no. Por ahora no. Me gusta la secretaría técnica, el tema de contrataciones. Entrenador no, porque no tengo el curso y todavía estoy en la situación de que el día a día de entrenador te lleva a 24 por 7. En otros puestos podés mirar las cosas desde otro lado

¿Es algo que descartás?

—No, creo que en algún momento se destapa algo. Veremos cuándo es el momento.Y si no estoy a tiempo, ya está. Empezaré ahora por donde creo que me gusta.

Mientras tanto, seguís firme con el campo.

—Sí, el campo son esos dos o tres días en los que soy yo. Estoy con mi gente, tengo mi propio emprendimiento. Pero la realidad es que uno hizo toda su vida este deporte y dejarlo es como que no quiero y no me resulta fácil. Quiero estar involucrado en esto.

Tampoco es un país fácil, con tantos precios distintos que tiene el dólar.

—Yo hago referencias a otros países. Siento que nuestra sociedad, que todas estas cuestiones, reprimimos, no sé si es la palabra, o manifestamos que no nos gusta pero cuando nos vamos sentimos la ausencia de lo neutro, de nuestro país. Sé con cuánto quiero vivir y sé lo que quiero. Entonces, si me pongo a protestar por un dólar o lo otro… Hay que mirar hacia adentro, no me falta nada. Es la realidad, lidiar con otra cosa, que es el día a día. Hay que tratar de que cada día se piense diferente. No desde la gente que nos comanda, sino desde uno, los colegios, los clubes. Hay países que están en guerra toda la vida, y nosotros eso no lo tenemos. Miremos otras cuestiones, que son complejas. Nosotros nos vamos de nuestro país y volvemos. No sé por qué. El desarraigo es muy grande. La palabra es quejarme, pero el por qué me quejo es diferente. Me quejo porque trabajo o porque no trabajo y quiero que me lo den y ahí se desvirtúa todo. El valor al trabajo, el valor a la educación. Desde ahí se empieza todo. Si un país no va por ese lado, cada uno tira agua para su molino. Cada uno cuida su quinta y se hace un país dividido. Yo no puedo opinar igual a vos y no me puedo sentar en la misma mesa. Son cosas de fondo. Primero hay que abrirse, pensemos en el otro y después tratemos algo. Es difícil.

Pero tenés una mirada optimista del país…

—Sí, por eso estoy acá. Por eso quiero que mi hija estudie acá, por eso invertí en el país. Pero el optimismo va por mí, yo soy el primero que tiene que empezar por eso. Yo no te tengo que dar una orden para que la hagas. No, hacelo vos para que yo lo haga. Hacelo vos para que yo te copie. El ejemplo. Después vamos todos al mismo lado, es la realidad. Si no miramos un poco más allá, ¿qué te queda? La condena social es fea.

Tu partido despedida se llama “Capitán Eterno”. ¿Cómo te describís como capitán?

—Me pongo siempre en el lugar del otro. El capitán me lo dieron mis compañeros y mi entrenador. Yo no me puse como capitán, yo no dije ‘quiero ser capitán’. Te van dando el lugar. Me dieron más lugar mis compañeros cuando no jugaba, siento que por algo es. Por ponerse en el lugar del otro, por tratar de siempre buscar un consenso, por defender el grupo.

¿Por defender al grupo alguna vez entraste en un conflicto?

No, tenés discusiones por pensar una cosa y el otro, otra. Las discusiones pueden ser por ganar un poco más o un poco menos, o por decir que algo no va por ese lado. Pero siempre trato de ponerme en el lugar del otro y si peleamos es feo o no llegás a nada. ¿Por qué te enojas y para qué? Se terminan las negociaciones. En ese sentido los conflictos que tuve fueron sanos porque hoy los recordamos y nos reímos.

¿De quiénes tomaste cosas para llevar adelante ese estilo de capitanía?

Fui tomando cosas de lo que viví en los vestuarios. En Zaragoza tuve al Ratón Ayala, a Gab Milito. Después, en los últimos tiempos, Fernando Cavenaghi era capitán, Barovero, David Trezequet. Vos mirás esas cuestiones, cómo se manejan, qué es lo que hacen. Eso te va dando. Y después te va dando más a tu favor cuando estás mucho tiempo en un club, porque sabés lo que piensa el dirigente, lo que piensa el utilero, lo que piensa el de la cancha. Entonces ya es un ida y vuelta, hay un poco más de armonía.

Fuente: infobae

 

 

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