Boca: lo que Hugo Ibarra consiguió, lo que puertas adentro ya tranquiliza y lo que el equipo debe mejorar para sentirse más cómodo en la recta final

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El apático empate sin goles ante Huracán, en la Bombonera, parecía tener -en primera instancia- un tinte amargo para Boca por frenar su andar ganador y, en efecto, desperdiciar la oportunidad de subirse al liderazgo de la Liga Profesional. Por la caída de Gimnasia, finalmente, la distancia con respecto al nuevo (viejo) puntero Atlético Tucumán tan sólo quedó en dos unidades, apenas una más de la que ostentaba previamente a la igualdad. Las siete fechas restantes transmiten calma puertas adentro. Este viernes (desde las 19) visita a Godoy Cruz, del lote de los de arriba y tan dificultoso como el Globo, en una enorme chance para retomar rápido el impulso. Para ello, sería ideal que mantenga lo que Hugo Ibarra priorizó y asentó en lo que va del ciclo, pero también reaccione en una faceta en la que cumple, pero se queda corto.

Esta etapa de ¿transición? tuvo un recorrido que, hasta aquí, fue notoriamente de menor a mayor. Aunque eso lo fueron marcando sólo los resultados. La búsqueda de un estilo de juego acorde a la jerarquía del plantel xeneize aparenta no existir o, al menos, no se logra transmitir desde el tridente técnico que encabeza Ibarra.

Gane, empate o pierda, Boca muestra (casi) siempre la misma versión, en la que la palidez se adueña de la pelota. Entonces, la escala actitudinal es, a esta altura, vital: cuanto más fuerte sea, más posibilidades tiene de los tres puntos; a mayor constancia, “pelear hasta el final” –como repite el técnico- parece más potable. De hecho, se ha logrado modificar un comportamiento inicial que fue una gran preocupación.

Ibarra, al frente del plantel en un entrenamiento de Boca
Ibarra, al frente del plantel en un entrenamiento de BocaPrensa Boca

Los futbolistas adoptaron una postura desganada cuando comenzó el período de Ibarra. Especialmente, las primeras veces que debió jugar de visitante: la conclusión de hinchas y dirigentes por aquellos días de julio era que existía una relajación cuando no estaba la parcialidad xeneize obligándolos a, al menos, jugar “a lo Boca”, la frase predilecta cuando el ímpetu se sobrepone a la carencia de creatividad.

Entre conflictos internos, mensajes indirectos y aquel factor que terminaba con el término “papelón”, el equipo azul y oro se repartía entre ganar y perder. Ante San Lorenzo (1-2 en Bajo Flores), Argentinos (0-2 en La Paternal) y Patronato (0-3 en Paraná) se expuso el contraste con respecto a la actitud al jugar en la Ribera.

Ese déficit se frenó en Entre Ríos, hace casi dos meses, tiempo que lleva sin caer. Ya no preocupa al cuerpo técnico ni a Juan Román Riquelme y su Consejo de Fútbol. Porque los jugadores se muestran más predispuestos. Un ejemplo del cambio se observó la pasada semana, ante Lanús: sin modificaciones a disposición, Nicolás Figal se aguantó un dolor en la rodilla, se adelantó como Nº5 y Alan Varela retrocedió al fondo para no perder el partido en la última línea. Improvisando, Boca terminó ganando.

Hugo Ibarra antes del cásico con River, en uno de los partidos que impulsaron su ciclo en Boca
Hugo Ibarra antes del cásico con River, en uno de los partidos que impulsaron su ciclo en BocaAnibal Greco – La Nación

El déficit se convirtió en virtud. Hace un tiempo, el Xeneize era el equipo más goleado del campeonato. Entonces, Ibarra puso el foco: “La parte defensiva es lo más importante, que no nos conviertan. Buscamos ser firmes”, describió cuando inició la racha de cinco triunfos consecutivos, cortada con la paridad del lunes pasado.

En los primeros seis compromisos de su ciclo sufrió nueve tantos, pero en los últimos nueve recibió tan solo dos: siete vallas invictas porque sólo Atlético Tucumán y Colón le anotaron. Además, el mérito es más grande por los reiterados imponderables que condicionan al DT para armar la defensa. Aunque sí tiene que mejorar en la cuestión ofensiva, donde también suma bajas sensibles e incómodas sobre el sprint final.

Se insiste en lo trascendente que es para este equipo el hecho de tener más empuje que el de enfrente para disimular la falta de ingenio colectivo. Boca suele hacer goles, pero el detalle es un llamado de atención de cara al final del campeonato.

Hugo Ibarra con Tito Pompei, uno de los ayudantes de campo
Hugo Ibarra con Tito Pompei, uno de los ayudantes de campoPrensa Boca

De las nueve veces en las que fue vencedor, sólo en una consiguió una diferencia de dos goles. La explicación de lo que es Boca también pasa por esa única vez: lo logró ante Estudiantes en el partido que más fútbol desplegó, luciéndose 3-0 hasta que apareció el descuento. La gran labor táctica y el enorme compromiso grupal para ganar el superclásico serán, hasta ahora, el primer recuerdo con Ibarra, pero aquella noche ante el Pincha salió todo casi redondo. Aun con un mejor ambiente con relación a esos días, nunca pudo repetir una función semejante.

Se acostumbró a ganar con lo justo. 1-0 ante Talleres (por Marcos Rojo), Agropecuario (“Pol” Fernández, por la Copa Argentina), Defensa y Justicia (Luis Vázquez), River y Lanús (ambos de Darío Benedetto), mientras que en tres oportunidades ganó por 2-1: frente a Platense (dos de Oscar Romero), Atlético Tucumán (ambos de Luca Langoni) y Colón (Norberto Briasco y Langoni).

Se avecina un nuevo examen para conocer si Boca puede dar la talla en el final del torneo. La fórmula está clara: morder los dientes más fuertes y estirar su momento defensivo. Si en Mendoza empieza a saldar la deuda de vencer con un marcador tranquilo, mejor le hará. Aflojar en lo positivo y jugar con el fuego de la justeza puede hacerle perder el cartel de candidato que tanto le costó colgarse.

Fuente: Lanacion

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