«Ojalá que los metan bien en cana»: cómo se enteró Pablo Ventura del crimen y la odisea que vivió tras su detención

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El joven de 21 años fue falsamente acusado por los rugbiers e incriminado en el homicidio de Fernando Báez Sosa.
Sábado 18 de enero. Cinco de la tarde. José María Ventura dormía la siesta cuando tocaron el timbre de su casa. Eran dos policías: buscaban a su hijo, Pablo, de 21 años. «Hubo un asesinato en Villa Gesell y nos lo tenemos que llevar», le dijeron. El adolescente no entendía nada: había pasado toda la noche en el departamento de un amigo en Zárate y nada tenía en común con los diez rugbiers imputados, más que una «rivalidad deportiva» y «mala onda». Se había enterado del crimen porque un amigo le compartió por WhatsApp una de las primeras notas periodísticas que daban cuenta del homicidio. No entendía por qué lo buscaban a él. Horas después lo sabría.
«Las zapatillas (ensangrentadas) son de Pablito Ventura». Esa fue la frase con la que el mismo sábado por la mañana los diez imputados incriminaron a Ventura al momento de su detención. José María acomañó a su hijo a la DDI de su ciudad y le dijeron que debían trasladar a su hijo a Villa Gesell. Sin dudarlo, le pidió a su mujer que se quedara en la casa, agarró el auto y siguió al vehículo en el que era trasladado el adolescente. En el camino, pinchó una rueda y casi vuelca. «Me pasó de todo, fue tremendo», recuerda ya más aliviado, después de que el juez de la causa firmara el sobreseimiento definitivo.

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