El legado de Tomás Bulat: cómo su familia transforma la ausencia en fortaleza

Recordando a Tomás Bulat
Cada 12 de septiembre, la familia de Tomás Bulat, un destacado economista argentino y periodista, conmemora su nacimiento, una fecha que evoca gratitud y cariño. A más de diez años de su partida, su esposa, Carina Onorato, y sus hijos continúan honrando su legado, no solo a través de homenajes públicos, sino en su vida cotidiana y la transmisión de sus valores.
Tomás, quien cumpliría 61 años, fue una figura influyente en la divulgación económica del país. Se describía a sí mismo como “economista de profesión, periodista de oficio, docente de alma”. Su trayectoria incluye la autoría de tres libros —Economía descubierta, La economía de tu vida y Estamos como somos— además de ser conductor del programa «El Inversor» y recibir tres premios Martín Fierro. Su habilidad para simplificar conceptos económicos complejos lo convirtió en un referente accesible para el público.
La presencia de Tomás en la familia
La huella de Bulat se siente profundamente en su hogar, donde su compañera Carina lo recuerda como una figura cálida y luminosa. “En casa era aún mejor que afuera”, comparte Carina, rememorando su ternura y su habilidad para usar momentos cotidianos como oportunidades de enseñanza. Las sobremesas, las explicaciones sencillas sobre economía y su humor han sido parte integral de su vida familiar.
Las celebraciones de cumpleaños se caracterizan por su sencillez y profundidad. Uno de los recuerdos más emotivos es su último cumpleaños, en el que se organizaron sorpresas para que pudiera cumplir su sueño de lanzarse en paracaídas. Desde entonces, cada 12 de septiembre, la familia se reúne para brindar y compartir anécdotas, transformando la fecha en un día de renacimiento. “No es un día de ausencia, sino de regreso”, declara Carina, quien se esfuerza por mantener vivas las historias y la voz de Tomás en su mesa familiar.
Un legado que trasciende
El legado de Bulat no se limita a sus escritos y reconocimientos. Su esposa destaca que su verdadera herencia radica en sus hijos: Santiago, Lucía y Fausto, quienes reflejan los valores de integridad, compromiso y curiosidad intelectual que él promovió. Para la familia, mantenerlo presente significa honrarlo a través de acciones cotidianas y enfrentar la vida con su espíritu. “El legado de Tomy no está guardado en archivos ni en grabaciones: late en nosotros, en nuestra forma de ver el mundo”, afirma Carina.
El proceso de duelo y reconstrucción tras su fallecimiento fue, según Carina, un “terremoto” que llevó a cada miembro de la familia a encontrar formas de apoyarse mutuamente. Santiago aportó fortaleza, Lucía enseñó a dar cabida a la sensibilidad y Fausto iluminó momentos difíciles con su humor. Carina intentó ser un pilar para su familia, pero también aprendió a ser apoyada en su vulnerabilidad. “Descubrimos que la fortaleza no es resistir en silencio, sino crear una red entre nosotros para que nadie caiga completamente”, explica.
Encuentros, memorias y nuevos proyectos
La música, los viajes y las sobremesas largas siguen siendo enlaces vivos con la memoria de Tomás. Un viaje reciente a Europa permitió a la familia hablar abiertamente sobre el accidente y brindar por los recuerdos compartidos. “Ese brindis fue también una forma de traerlo de regreso”, aclara Carina.
En fechas significativas como su cumpleaños o el aniversario de su muerte, la familia prefiere celebrar en lugar de adoptar un tono solemne. Preparan comidas que a él le gustaban, descorchan vino y rememoran historias. Este año, el anuncio de que una escuela en Federación, Entre Ríos, llevará su nombre brindó un motivo especial de orgullo. Carina relaciona este homenaje con la pasión de Tomás por la educación y su anhelo de contribuir a la formación de nuevas generaciones.
La influencia de Bulat persiste en la rutina familiar, en sus gestos, frases y momentos compartidos. Las pasiones de Tomás perduran en sus hijos: la economía en Santiago, la política en Fausto y el deseo de explorar el mundo en Lucía, quien se graduó de médica y se marcha a Australia para vivir una experiencia de trabajo y viaje. “Definitivamente, en los tres vive una versión mejorada de Tomy”, sostiene Carina, quien ve cada aniversario como un incentivo para avanzar y vivir con intensidad y propósito.
Transformar la ausencia en oportunidad
La muerte de Tomás marcó un antes y un después para Carina, tanto en el aspecto personal como profesional. La experiencia de haberlo acompañado en sus emprendimientos familiares le abrió una nueva perspectiva: la de ser mentora. “Estar a su lado, escuchar, dar espacio para que él pudiera ser más de lo que ya era… Ahí nació mi manera de entender el mentoring”, rememora. Su libro Garabatos Viudos nació de la necesidad de compartir su historia de pérdida, y actualmente guía a otros en momentos de cambio profesional, ayudándolos a reconocer sus talentos y a ordenar sus narrativas. Para Carina, el mentoring va más allá de solo una profesión; es la unión de su travesía como periodista y madre, empleando su experiencia para apoyar a otros. Ella cree que Tomás habría aplaudido su vocación y que le hubiera encantado verla fusionar sus diversas facetas para ayudar a los demás. De hecho, está en proceso de desarrollar un nuevo libro sobre el método que ha creado.
Hoy en día, Carina responde a cada mensaje que recibe en Instagram de quienes buscan su guía y la admiran por su resiliencia y capacidad. “A veces solo necesitan que alguien les muestre el camino, que pueden brillar en cada meta que se propongan”, explica.
Además, en su proyecto Equipo Bulat (equipo@equipobulat.com), trabaja con expertos en comunicación institucional, marca personal e identidad visual, promoviendo su misión de ayudar a recrudecer la vida de aquellos que lo necesiten. Ella aconseja a quienes enfrentan pérdidas similares: no apresurarse y permitirse aprender de cada experiencia. “No se trata de olvidar, sino de aprender a vivir distinto”, concluye. Para Carina, la reconstrucción personal implica aceptar las cicatrices como parte de nuestra belleza, similar al arte japonés del kintsugi. Se trata de decidir cómo enfrentar lo que hemos vivido, haciendo de la ausencia un punto de partida hacia una existencia más consciente y plena.
La historia de Tomás Bulat y su familia ilustra cómo, incluso en los momentos de mayor sufrimiento, pueden surgir nuevas maneras de crecer y honrar la memoria de quienes han partido, convirtiendo la ausencia en una oportunidad para renacer.