El costo prohibitivo del crédito en Argentina: un obstáculo para el crecimiento económico
Altas tasas de interés y una morosidad en crecimiento complican las esperanzas de un repunte económico, transformando los préstamos en un lastre para hogares y empresas.

Tasas de interés: un desafío insostenible
Un relevamiento de las tasas ofrecidas por los principales bancos argentinos para préstamos personales muestra un panorama desalentador. Entre los bancos de primera línea, el CFT -que incluye la tasa nominal, comisiones e impuestos- varía significativamente, pero siempre se ubica en niveles que desafían cualquier lógica económica:
- Santander: 129%
- Banco Provincia: 147%
- ICBC: 147%
- BBVA: 152%
- Banco Nación: 165%
- Credicoop: 193%
- Macro: 193%
El auge del crédito: crecimiento a costo de sacrificio
Pese a las tasas prohibitivas, el crédito al sector privado ha mostrado un crecimiento notable en 2024, revirtiendo la contracción de años anteriores. Según datos del BCRA, los préstamos al sector privado crecieron a una tasa real del 90% anual, impulsados por una mayor liquidez en el sistema financiero y una incipiente recuperación de la demanda de crédito. Sin embargo, este crecimiento no se traduce en un impulso económico sostenido.
Con salarios que apenas acompañan la inflación -y en algunos sectores, como el informal, incluso rezagan- los préstamos personales y el uso de tarjetas de crédito se han convertido en un recurso de última instancia para muchas familias. Tomar un préstamo con un CFT del 150% cuando tus ingresos crecen al 25% anual es una decisión de supervivencia, no de planificación. Esto compromete el consumo futuro y aumenta el riesgo de sobreendeudamiento.
Morosidad en alza: la señal de alerta
El crecimiento del crédito ha venido acompañado de un aumento preocupante en la morosidad. Según el BCRA, la tasa de morosidad de los préstamos al sector privado alcanzó el 4,1%, el nivel más alto en cinco años. Este incremento es particularmente alarmante dado el contexto de expansión crediticia: en términos aritméticos, un mayor volumen de préstamos debería diluir la proporción de créditos en mora. Que la morosidad crezca a pesar de esto refleja una dinámica preocupante.
La mora no se limita a los préstamos personales. Las tarjetas de crédito, que representan una parte significativa del financiamiento de los hogares, también muestran un deterioro en la calidad crediticia. Incluso los cheques rechazados, un indicador de tensión financiera en el sector comercial, han registrado un aumento. La morosidad es una señal clara de que los prestatarios están luchando por mantenerse al día con deudas que se acumulan a un ritmo insostenible.
Un sistema bancario en la encrucijada
El gobierno de Javier Milei ha hecho hincapié en la necesidad de dinamizar la economía, promoviendo medidas como la salida de los “dólares del colchón” para financiar el crecimiento. Sin embargo, las tasas de interés actuales representan un obstáculo igualmente crítico. Sin un sistema crediticio accesible, la economía enfrenta más dificultades para despegar. Los bancos están actuando más como rentistas que como intermediarios financieros.
El elevado «spread» bancario no solo refleja la falta de competencia en el sector, sino también el peso de los impuestos sobre los créditos. Por ejemplo, un consumidor que financia la compra de un bien paga el IVA tanto sobre el producto como sobre los intereses del préstamo, lo que encarece aún más el costo del financiamiento. Además, la estructura de fondeo de los bancos, que históricamente han dependido de instrumentos del BCRA o del Tesoro, no incentiva la reducción de tasas.
Soluciones en el horizonte
El Gobierno dispone de herramientas para abordar esta problemática. Una opción es reducir los impuestos asociados al crédito, aliviando la carga del CFT. Otra medida sería ajustar la política monetaria para fomentar una mayor oferta de crédito a tasas competitivas. Por ejemplo, frente a la eliminación de las Letras Fiscales de Liquidez (LEFI) el Tesoro podría mantener la renovación del 100% de la deuda, evitando absorber los 10 billones de pesos que los bancos podrían destinar a préstamos al sector privado. Esto incrementaría la liquidez disponible y, en teoría, presionaría a la baja las tasas de interés.
Una estrategia más directa sería utilizar al Banco Nación como un actor competitivo. El Gobierno podría lanzar una campaña de préstamos a tasas menores a través del Banco Nación, obligando a los bancos privados a ajustar sus condiciones para no perder cuota de mercado. Sin embargo, cualquier iniciativa de este tipo requeriría un análisis riguroso de riesgo crediticio para evitar un aumento aún mayor en la morosidad.
El camino hacia un crédito productivo
Los créditos son un pilar fundamental para el crecimiento económico, ya que facilitan el consumo, la inversión y la creación de riqueza. Sin embargo, en las condiciones actuales, el sistema crediticio argentino está lejos de cumplir esta función. Con tasas que superan ampliamente la inflación proyectada y los ingresos de los prestatarios, los préstamos se han convertido en un “salvavida de plomo”, comprometiendo la estabilidad financiera de familias y empresas.
Para que el crédito se transforme en un motor de crecimiento, es imperativo que las tasas se alineen con las variables económicas actuales. Esto requerirá una combinación de políticas monetarias, fiscales y regulatorias, así como un cambio en la estrategia de los bancos, que deberán priorizar la intermediación financiera sobre los márgenes de ganancia excesivos. Mientras tanto, el aumento de la morosidad y la fragilidad de los prestatarios sirven como recordatorio de que el tiempo para actuar es ahora.
El Gobierno tiene una oportunidad única para sentar las bases de un sistema financiero más inclusivo y productivo, pero sin tasas razonables, el sueño de una economía dinámica será más difícil.